En el campo, los costes suben por una parte y los ingresos se comprimen por la otra. Con los transgénicos, sino acabamos con la biodiversidad y el medio ambiente, nos ponemos en manos de las multinacionales.
Al parecer, Monsanto –por poner una por caso-, la transnacional química y biotecnológica, está comprometida con el bienestar del agricultor, su economía y su estilo de vida. Desde hace años, la industria y su comparsa ha venido argumentando y defendiendo que con la transgenia la situación económica del agricultor iba a mejorar notablemente, con todo lo que ello conlleva: mejora en la alimentación, acceso a educación, reducción de la pobreza, etc.
La propaganda inicial fue más allá, cuando advertía sin tapujo alguno, que los transgénicos eran un instrumento necesario para reducir el hambre en el mundo. Por momentos, los principios y los valores de ciertas multinacionales químicas, se parecían más a los de una ONG que a los de aquellas que fabricaron el DBCP, los PCB’s o el agente naranja.
No hace mucho, sacaban pecho ante las supuestas bondades económicas de los transgénicos. Claro, sin tener en cuenta que el negocio lo hacían unos pocos y que dicha tecnología favorecía la desestructuración del tejido productivo y social. Bajo este prisma reduccionista y cortoplacista, se cometieron autenticas aberraciones. Por ejemplo, Argentina sembró de soja (mayoritariamente transgénica) más de la mitad de su superficie cultivable. Con el avance de las semillas modificadas genéticamente se talaron bosques, se incrementó el uso de químicos, se expulsó a campesinos de sus tierras, se descuidó la soberanía alimentaria en favor de la agroexportación, se abandonaron variedades tradicionales, etc. El agricultor, poco a poco, se fue enganchando a un paquete tecnológico. También a un modelo agrícola basado en la exportación, sustentado en el libre mercado y gobernado por intermediarios, latifundistas y transnacionales de diferente pelaje.
En 2008 estalló la crisis económica global, pero el campo ya estaba en regresión mucho antes. A pesar de la crisis y la fuerte recesión en la venta de insumos químicos, el año 2008 se caracterizó por una espectacular subida en el precio de éstos. Se atribuyó a diversidad de factores: el incremento del valor del petróleo, la movilidad del dólar, la crisis en USA, etc. No obstante, algunos datos sugieren otro tipo de causas mucho más terrenales y empresariales
Si ya desde mediados de 2008 el precio del petróleo empezó a disminuir ¿Por qué siguió aumentando el precio de glifosato durante este año, incluso con una reducción en la venta del volumen? En sus negocios a nivel más general, la misma transnacional manifiesta que tiene previsto duplicar su beneficio bruto, de 4.200 millones de dólares en 2007 a 9.750 en 2012. Toda una exhibición de equilibrismo comercial, durante unos años, en los que se vivió una crisis en los precios de los alimentos, una crisis energética y una crisis económica global. Todo ello, adobado con una crisis estructural de la agricultura a pequeña escala, marcada por una clara reducción -en algunos casos claudicante- de los márgenes de ganancia ¿Queda más o menos ilustrado quién sale ganando con la amplificación del precio de los agroquímicos?
Las crisis a fin de cuentas, no las acaban sufriendo todos. Lo que para unos es una bacanal financiera, para otros es una vuelta de tuerca más. Los agroquímicos podrían suponer aproximadamente el 25% de los costes totales del agricultor (dependiendo claro está del tipo de cultivo). Por eso un incremento abultado repercute negativamente en la maltrecha economía agrícola.
Por otro lado España es, con diferencia, el país europeo con mayor superficie destinada al cultivo de maíz transgénico, que acaban de prohibir otros países -entre ellos Alemania y Francia- por presuntos riesgos para la biodiversidad y el medio ambiente. Aunque por otro lado, España, apoye la moratoria europea. Y dentro de España, Galicia sigue presentando solicitudes para cultivarlo, debido a una descoordinación manifiesta entre las dos administraciones: Ministerio y Consellería.
En España y según datos de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), la Unión de Consumidores de España (UCE) y la Confederación Española de organizaciones de amas de casa consumidores y usuarios (CEACCU), el incremento en los precios de fertilizantes supuso un sobre coste de más de 700 millones de euros en 2008. En el país del “milagro agrícola”, Argentina, este año los márgenes de ganancia de algunos cultivos se podrían reducir drásticamente, en parte por este aumento del precio de los insumos.
Como se decía, en el campo se junta el hambre con las ganas de comer. Los costes suben por una parte y los ingresos se comprimen por la otra. Con los transgénicos estamos en sus manos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario